jueves, 3 de octubre de 2013

Adiós vacaciones, hola rutina.


Adiós verano, hola otoño. Atrás se han quedado las tardes de playa con los amigos, las vacaciones en familia, la tranquilidad de no saber ni en qué día vivíamos y no darle importancia. Volvió septiembre y con él, las clases; y casi sin darnos cuenta estamos a 3 de octubre, casi completamente inmersos en este nuevo curso. Segundo de bachiller, último año de la “etapa escolar”, por llamarlo de algún modo, curso que despierta en todo alumno algo de temor o, cuanto menos, nerviosismo.

Lo cierto es que el año empezó sin muchas diferencias con respecto a los anteriores. Oímos el típico discurso de “bienvenida” sobre lo duro que va a ser este curso con respecto a los previos y, como no encontramos en él gran diferencia con los de los cursos pasados (descontando la palabra “selectividad” un par de decenas de veces), no nos preocupamos demasiado. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que eso de que este año hay mucha materia y poco tiempo era verdad, cuando empezaron a atiborrarnos de información como si fuéramos una botella que se llena con un embudo.

Al parecer, nuestras cabezas están algo desentrenadas después de tantos meses de descanso, pero espero que poco a poco podamos ir cogiéndole el ritmo a este curso y sepamos compaginar el estudio con el disfrute de nuestro tiempo libre, obteniendo unos buenos resultados.


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